
Como escribí en un post anterior a éste, en la sociedad occidental estamos más que acostumbrados a ser productivos y «no hacer», lejos de ser terapéutico es, impensable. Desde bien pequeños nos han mostrado que el camino hacia el éxito y la felicidad es hacer. Y, a pesar de saber que la acción es el mejor método para conseguir nuestros propósitos en la vida, tan importante como hacer es no hacer.
El no hacer en verdad es altamente terapéutico. El no hacer significa parar el cuerpo, significa escuchar al cuerpo, significa escuchar a la mente, dejar que hable con sus “deberías hacer, y no te olvides de esto, y recuerda que hay que recoger lo otro…”; aceptarla sin juicios. Llevamos la mente a mil revoluciones y es cuestión de práctica ayudarla a calmarla. Como expliqué en el post anterior, lo mejor de la escritura es que al plasmar tus pensamientos puedes liberarte de ellos. Por eso funcionan tan bien los Bullet Journal (diferente al diario que explicaba en el post), porque toda esa lista de quehaceres que la mente no deja de repetir quedan plasmados sin olvido y la mente puede liberar tensión.
A mí el parar, el “no hacer” me ayuda mucho con la consciencia corporal. Paro, respiro y detecto que tengo tensión en la mandíbula, el entrecejo fruncido, mi columna encorvada por lo que mi tórax no está erguido y mi respiración es superficial. Es posible que mientras leas esto vayas corrigiendo tu postura corporal. Es cierto, vamos tan a “tiro fijo” que no nos paramos a pensar en cómo lo estamos haciendo, sólo importa el hacer. El “no hacer” también me ayuda a escuchar mis deseos, no sólo lo que debo, si no lo que anhelo y comprobar si mis actos diarios me están haciendo llegar a donde quiero llegar. La alimentación es uno de los mejores ejemplos que ilustran este “no hacer” como medida terapéutica. La persona que quiere llevar una alimentación saludable necesita tiempo para organizar los menús, preparar tentempiés adecuados y llevar una vida más relajada. Yo misma he atacado el mueble de los dulces después de recoger a los niños del cole, con mucha hambre y sin tiempo para sentarme en el sofá porque hay que hacer baños, preparar la cena, tender una lavadora… vaya, los “hacer, hacer, hacer…” que no me permiten parar y seleccionar si realmente tengo hambre para comer o si estoy compensando mi estrés con hambre emocional.
La teoría del 888 indica que hay 8 horas para el sueño y descanso, 8 horas para el trabajo, y 8 horas más para las tareas domésticas, ocio y familia. De promedio, ¿descansas esas 8 horas recomendadas?, como parte del ocio ¿puedes permitirte parar 20 minutos al día? ¿Y parar 5 minutos? No es necesario desear la vida contemplativa de los monjes para parar, y sentarte en el sofá 5 minutos y descansar, cerrar los ojos y descansar la vista. La mente irá a su ritmo, pero 5 minutos no van a ser la diferencia entre tener la ropa húmeda de la lavadora a tenerla completamente seca. Date un tiempo de no hacer. Porque ese no hacer en realidad recarga las pilas una barbaridad para seguir haciendo. Ponte la alarma en el móvil y permítete 5 minutos (¡y si puedes más mucho mejor para ti!) para “no hacer”.
Es muy recurrente en mis lecturas, quizás por versar sobre la misma temática, un cuento acerca de dos leñadores que se presentaron a un concurso de talar árboles. Empezaron ambos a la vez a talar diversas zonas del bosque, ambos con rapidez y destreza. Se oía el sonido de las hachas cortando la leña y se percataron que uno de los dos leñadores hacía paradas mientras que el otro seguía cortando incansablemente. Al finalizar el concurso descubrieron con sorpresa que el leñador que había parado durante el concurso había cortado más leña que el leñador que no había dejado de talar árboles. Incrédulos por los resultados se atrevieron a preguntar con curiosidad qué es lo que hacía en esos descansos en los que no se le oía talar:
– “Paraba de talar para afilar el hacha”.
Y es así. Para poder “hacer, hacer y hacer” hay que saber “no hacer”.
¿Resuenan en ti mis palabras? ¿Te cuesta buscar un momento para ti? ¿Te cuesta encontrar un momento para «afilar el hacha»? ¿Están alineados tus quehaceres y tus propósitos?
Gracias por pasarte a leer. Siéntete libre para comentar.
Pilar Sáez says
Verdad; hay miedo a «no hacer».
Maite Galán says
Suele pasar que cuando paramos, es cuando nos escuchamos… y ¿no te parece que hemos olvidado hacerlo?
Gracias por comentar Pilar, un abrazo!