Me parecen infinitamente inspiradoras aquellas imágenes de personas que meditan. Toman una postura erguida y a la vez relajada y se concentran en su respiración. Me viene a la mente una escena de la película “Kung Fu Panda 3” en la que el maestro Oogway medita en el Mundo de los Espíritus. Durante su meditación va repitiendo la frase “paz interior” hasta que le cae un pétalo de flor en la nariz, se permite aceptar y expresar “…picor de nariz…”, la sopla y vuelve a repetir “paz interior”. La meditación es un concepto que a muchos de los occidentales nos cuesta aplicar en nuestra vida diaria. Solemos tener resistencias a lo que el maestro Oogway muestra en la secuencia: recibir el pensamiento que nos asalta, aceptarlo y dejarlo ir. Sí es cierto que él sopla el pétalo para hacer desaparecer el malestar, actúa para dejar de sentir picor, pero es capaz de volver a su meditación, sin anclajes a ese malestar que le asaltó.
Y a pesar de que me encanta el concepto, la idea de meditar se me hace infinitamente difícil. Y buscando en mi bagaje personal me doy cuenta de que quedarme quieta, el hecho de “no hacer” no es algo que me hayan inculcado, no es algo que culturalmente haya aprendido. Creo que no he aprendido a parar. Y a pesar de que tomos cartas en el asunto e intento no actuar constantemente, la mente no colabora en “no hacer”. Con ello no significa que sea una fuente inagotable de energía y que esté enfrascada en proyectos titánicos que mejoren el mundo (qué más quisiera), si no que el día solía, y aún suele a veces, llenárseme de procrastinación. Tener el día completo de actividades y acciones desde que me levantaba, pero que no me hacían llegar a ninguna parte: tareas del hogar que no eran urgentes, consumir MUCHAS redes sociales, idear actividades complejas (por culpa de consumir tantas redes sociales) en las que podía ahorrar tiempo y dolores de cabeza si las simplificaba. En todo caso, ahí estoy yo, con un montón de cosas que hacer y sin saber parar a meditar. Es así como empezó mi meditación occidental. Levantarme 20 minutos antes que el resto y dedicarlos a escribir. Como volver a los diarios de nuestra infancia. Un diario al que no tenga acceso nadie más que uno mismo y llenar 3 hojas con mis pensamientos, con mis anhelos, con mis sueños y planes.
No es un Bullet Journal que recoja las actividades que tienes que hacer. Es un diario en el que expresar lo que se te pase por la mente. Y te recomiendo que lo hagas manuscrito en vez de escrito al ordenador. La escritura manual activa la parte artística del cerebro mejor que teclear al ordenador, si eres diestro en la mecanografía es posible que la velocidad que tienes para escribir te entorpezca a nivel emocional. Mientras que la escritura manual te permite ir más despacio y con ello a meditar lo que estás pensando para plasmarlo. Mientras escribes reconoces sentimientos, emociones, revives momentos… Todo eso que la escritura veloz al ordenador no te podría permitir.
Puedes descubrir lo difícil que es reencontrarte contigo mismo, y lo poco que crees que tienes que decirte, pero créeme, es falta de práctica. Deja simplemente que la tinta llene la hoja con lo que te venga a la cabeza. Es como la meditación del maestro Oongway, al escribirlo tu mente se liberará de esa carga porque ya está plasmada, ya la has sacado fuera y es el diario el que soporta tus ideas, tus miedos o tus sueños.
Puedes descubrir lo difícil que es centrarte en un solo pensamiento, cómo tu capacidad de atención es realmente escasa y te van asaltado ideas casi a cada minuto. No te preocupes, es normal, y más con el bombardeo constante de información al que estamos expuestos. Pero el descubrir eso te ayudará a trabajar dicha atención y a priorizar la información que quieres consumir en vez de aceptar todo lo que te ofrecen… o quizás no, es tu elección.
Puedes descubrir lo raro que puede resultar hacer algo para ti, sólo para ti, puesto que nadie lo va a leer, puedes plasmar lo que te enfada, lo que te daña, lo que te alegra, y tomar consciencia de ello. Es muy posible que mientras escribes tomes consciencia de algún aspecto que no habrías descubierto si se hubiese quedado en tu mente, y lo agradecerás.
Yo personalmente tengo un diario en el que escribo diariamente y también dibujo y pinto y resueno todo lo que he escrito anteriormente. Es el encuentro conmigo, con mis luces y con mis sombras.
¿Y qué hago cuando he acabado el diario?
Lo llevo al punto de reciclaje y empiezo otro nuevo. Y te recomiendo que tú lo hagas también. No necesitamos llenar las estanterías de pensamientos pasados. El pasado quita espacio para el presente. Lo que escribiste muy probablemente no te servirá puesto que el mayor cambio ocurrió en ti mismo, y tu crecimiento personal no acabará en el contenedor de papel.
¿Resuenan en ti mis palabras? ¿Te permites tu momento de meditación, sólo para ti? ¿Te habías planteado meditar de esta manera?
Gracias por pasarte a leer. Siéntete libre para comentar.