Sentimientos y emociones. Estos dos conceptos se entremezclan en su significado. En teorías psicológicas suelen emplear ambos términos para referirse a lo mismo. No obstante hay otra vertiente en que diferencia emoción de sentimiento.
La emoción se refiere a toda reacción que genera la mente ante una situación concreta. Mientras que el sentimiento es el producto de las emociones experimentadas. Ambas se generan en el sistema límbico, la diferencia radica en que la emoción es una respuesta primaria del cerebro, mientras que el sentimiento es una elaboración de un proceso mental que ha recibido las emociones y las ha procesado.
El hecho de que sea tan natural entremezclar los conceptos es porque son inseparables. No puede haber sentimiento sin emoción, y no existe emoción que no genere un sentimiento.
Y sin más demora lanzo una pregunta ¿conocemos nuestras emociones y sentimientos?
Siempre me ha interesado cómo la percepción de lo que nos sucede genera distintas emociones, sentimientos y maneras de enfocar la situación. A raíz de ser madre y obtener herramientas para gestionar las emociones de mis hijos, ha sido cuando más me he dado cuenta de cómo gestionamos la sociedad en general las emociones.
Por lo general tendemos a aceptar socialmente todas aquellas emociones que consideramos positivas e infravalorar las emociones que consideramos negativas. Nunca mejor dicho, nos negamos lo negativo. Nos gusta que una persona nos diga lo feliz que se siente a nuestro lado, pero huímos y ofendemos a la misma si nos dice que se siente abandonado con nosotros. Pero esas emociones no van a desaparecer sólo porque las neguemos. Cuántas veces habremos oído en la infancia «no llores», «no estés triste», «no te enfades»… Son patrones que hemos adquirido y que con los años reproducimos a otros y a nosotros mismos. No es cuestión de demonizar a los que nos educaron, ellos, al igual que los anteriores, lo hicieron de la mejor forma que sabían. Pero ahí está la clave, podemos aprender, para saber, para mejorar. Porque el ser humano mejora, ese privilegio no lo tienen sólo las versiones informáticas.
Volviendo al tema que nos ocupa ¿qué hacemos con esas emociones negativas que nadie quiere oír? Las escondemos, creemos hacerlas pequeñitas, que casi desaparecen de nuestra vida, lejos de exteriorizarlas las tragamos… Y hay personas que no saben porqué tienen indigestiones, acidez… bienvenidos/as a la somatización de las emociones…
Yo apuesto por una vida feliz, por que el vaso esté medio lleno, pero eso no significa que haya una anulación de las emociones negativas. Lo desconocido da miedo. Démonos la maravillosa oportunidad de conocer esas emociones negativas que nos invaden, de ponerles nombre, y de identificarlas. Sólo así podremos aprender de ellas, cuando y por qué aparecen, qué nos sucede cuando afloran, cómo las expresamos externa e internamente, buscar e implementar recursos para poner límite a las situaciones que nos las generan. Se trata, como siempre, de mejorar nuestra calidad de vida, de ser un poquito más feliz cada día.
Y tú, ¿Reconoces tus emociones? Siéntete libre para comentar.