
Se acercan fechas llenas de carga emocional. Y me apetece mucho compartir contigo unas reflexiones para poder poner el contador lo más cerca del 0, sobretodo cerca de estas fechas.
Hoy te hablo del perdón y de ejercicios para reflexionar antes de que llegue la Navidad y la carga emocional sea mayor. Te espero en el vídeo. ¡Dale al play!
Ante cualquier acto accidental que daña es fácil perdonar. Que alguien te pise en un frenazo yendo en bus no implica más que aceptar la disculpa y perdonar ligeramente.
El auténtico problema lo tenemos cuando nos planteamos el ejercicio del perdón a quién nos ha dañado profundamente, o a quién nos daña constantemente como manera de relacionarse con nosotros. Parece imposible, y preferimos pensar que así es.
Porque remover tantos sentimientos asustan, y es mejor, a corto plazo, dejar que la situación no altere hasta que quede enquistada. Pero, como suele pasar, si no se resuelve ese dolor se enquista teniendo consecuencias emocionales muy duras para el que las sufre.
¿Qué es el perdón?
Es fácil devolver la pelota. Es instintivo dejarnos llevar por las emociones de la ofensa y pagar con la misma moneda. Ya lo dicen, ojo por ojo, y diente por diente. Por eso, activar el ejercicio del perdón es tan complicado, porque es un ejercicio totalmente voluntario en el que se desea romper el círculo de irse devolviendo el daño infringido. Es la capacidad consciente de que aun habiendo recibido el agravio se desea poner punto final a ese fluir de daño.
Perdono pero no olvido
Y es que olvidar hace que se puedan cometer los mismos errores que llevaron a la ofensa. Por eso es tan importante no olvida. Cuando hay un perdón sincero hacia la otra persona, la relación no ofende. No hay dolor vivo, quizás nostalgia, quizás tristeza, pero no hay amargura que reavive los sentimientos de rabia y frustración.
Olvidar sería negar que esa experiencia nos ha hecho más sabios, y aunque a veces preferiríamos olvida la ofensa es importante no olvidar lo ocurrido. Muchas ocasiones aprendemos en el ensayo y error. Las historias que valen la pena contar, las que nos enseñan e inspiran, son las que después del error ha habido un ejercicio de superación.
Qué necesitas para perdonar
Exprésalo
¿Y qué hago con este dolor? Me preguntan a menudo. Y no se me ocurre mejor respuesta: “píntalo, escríbelo, báilalo, cántalo…”. Nada como la expresión artística del trabajo arteterapéutico para dar salida a tanto dolor y frustración, para ayudar a sacar el alfiler clavado en el corazón y dejar que cure.
Tiempo y espacio
Realmente una herida nunca se cerrará si sigue clavada en ella el arma que la hirió. Es dificilísimo perdonar un acto al instante, no podemos controlar las emociones que nos agitan. Las personas que lo consiguen son siempre ejemplo de heroicidad, pero no es necesario alcanzar la santidad en el perdón. Si deseas curar una herida procura distanciarte de quién te infringió el daño, reduce el contacto con la situación que te la provoca. No te niegues la capacidad de perdonar por todo el odio que ha nacido, permítete mantener esa posibilidad por mucho tiempo que pase.
El tiempo reduce el daño, porque no hay emoción tan potente que permanezca viva durante largos periodos de tiempo de hay el “no hay mal que 100 años dure”. Pero es importante diferenciar entre las emociones desenfocadas por el paso del tiempo y el ejercicio consciente de perdón. Que el tiempo suavice el efecto del daño no significa que se haya perdonado.
Empatía
La capacidad de ponernos en la piel del otro. De entender que su educación, sus experiencias y sus emociones le han hecho comportarse como lo han hecho, que el daño que ha causado ha sido un producto de malas decisiones en las circunstancias. Tomar conciencia de que la otra persona comete errores, ella misma no es un error. Y darle el poder de la dignidad como persona.
Que el ofensor también quiera ser perdonado
Perdonar es un gran ejercicio de humildad, porque nace del corazón, de ser consciente de que han herido nuestra vulnerabilidad, pero sin necesidad de explicarlo a los 4 vientos. Perdonar al ofensor sin que lo haya pedido expresamente puede alterar la relación dañada, ya que si el otro no hay tenido oportunidad de reflexionar, el perdón que se le ofrece puede parecer altivo e irónico, y eso es todo lo contrario a la humildad con la que se ejerce el verdadero perdón.
En el arte se han visto ejemplos claros del deseo de ser perdonado por parte del ofensor. Sin ir más lejos, existe una teoría en la que Caravaggio, acusado de asesinato, se retrató en varias de sus obras como el antagonista de las escenas que pintaba para conseguir así el perdón de la Iglesia.

"David con la cabeza de Goliat". La teoría plantea que David representa la juventud e inocencia de Caravaggio mientras que Goliat representa la madurez y la maldad de sus crímenes.
Esto ha sido todo por hoy. Espero que te haya entretenido y que te haga reflexionar.
Gracias por pasarte a leer, siéntete libre de comentar.
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