No sorprendo a nadie si digo que es más fácil creerse las críticas negativas que las positivas. Y da igual de quién vengan, sean externas o internas de una misma. Esa tendencia nace de la inseguridad: inseguridad de no estar a la altura de la situación, de no ser perfecta, de no agradar a todos. Somos así. Sabemos cómo se tiene que ser la perfecta anfitriona, perfecta trabajadora, perfecta amiga, perfecta persona… Y allá que vamos, a quemar todas nuestras naves para conseguir serlo. Pero, ¿somos capaces de ver el listón que nos marcamos? ¿O es tan alto que sobrepasa las nubes? Y es entonces cuando empiezan los “me falta”: falta tiempo, falta dinero, falta salud, falta cuerpo 10, lo único que nos sobran son los años. Es como querer pintar el techo con una escalera destartalada que sólo tiene el primer peldaño… es desalentador. Y ahí empieza todo, todo ese pensamiento negativo sobre lo que nos falta, lo que deberíamos ser, hacer, tener y decir para que estuviésemos tocadas por los ángeles. Y como si esta auto-lapidación necesitase más aparecen las opiniones y consejos gratuitos de los demás. Gratis y a veces en promoción, dos críticas en una sola frase… ¡Nos las quitan de las manos! A veces con la mejor de las intenciones, a veces con la única intención de dañar. Sea como sea, ya hemos llegado a las dos situaciones posibles. Sabemos que estamos lejos del ideal, y/o las demás personas se esmeran en hacerte saber que estás lejos del ideal.
Ahonda tanto en nuestro ser el pensamiento negativo que acaba adhiriéndose a nuestro lenguaje, a nuestra actitud, a nuestro lenguaje corporal… y lo peor ya ha llegado. Las rumiaciones. Ese pensamiento negativo al que le das vueltas… y vueltas… y vueltas… Es la lavadora mental más lenta y larga que he visto en mi vida. Ese pensamiento negativo, esa rumiación, acaba engullendo lo que una vez fuimos, nos drena el tiempo para pensar en otras cosas que sí nos podrían aportar valor, nos drena la energía porque pensar en cosas negativas agota hasta la extenuación.
¿Qué podemos hacer?
Si te sientes identificado con esta dinámica saboteadora te ofrezco unas cuantas ideas que se resumen en una grande: AUTOCUIDADO.
El autocuidado es necesario, a todas las edades, bajo todas las circunstancias. Debemos adoptar medidas adaptativas a ese malestar, a ese procesamiento mental extra en negatividad. No podremos cambiar muchos de nuestros “me falta” y habrá, con el tiempo y un trabajo interior, días mejores, más sanadores y estaremos en paz con nosotras mismas. Pero mientras llega ese día, es importantísimo detectar la dinámica negativa y autocuidarse. Nos lo merecemos.
Aquí van las ideas:
Detectarlo: Es el primer paso, y el imprescindible para iniciar el autocuidado. Detecta cuando un pensamiento es recurrente, cuando te asalta en los momentos de tranquilidad y se ancla minándote la energía, cuando se instala de manera constante y hace que quieras abandonar las rutinas habituales.
Reconocerlo: Se trata de la aceptación consciente de la rumiación, saca el pensamiento concreto, el origen de ese pensamiento. Acepta cómo se ha creado y dale la bienvenida a tu manera. La negación nunca fue la solución, tapar y maquillar los mensajes negativos y los problemas no solucionan nada. Es como guardarlos en un armario, podrás cerrar la puerta y creerte que los tienes bajo control, pero si no los gestionas un día el armario no se podrá cerrar y te caerán todos a la vez y de golpe. Si les damos la bienvenida seremos más conscientes de despedirnos de ellos cuando llegue el momento.
Respeta tu tiempo: “No hay mal que cien años dure… ni cuerpo que lo aguante”. Sé consciente de que pasará, por mucho que cueste creerlo a veces. Y este punto está relacionado con el duelo. Elabora el duelo de esa pérdida. Y generalizo el concepto de pérdida: pérdida de un ideal, pérdida de la confianza en alguien o en una misma, pérdida de una ocasión significativa, pérdida de un trato, pérdida de una oportunidad, pérdida de una misma… Quizás fue una pérdida inesperada, quizás fue una pérdida que se anunciaba. Sea como sea, esta situación nos hará aprender y crecer como persona.
Mantén un ritmo de actividad adecuado: El cuerpo sólo te pide quedarte en la cama, pero la cama no arregla los pensamientos mágicamente, sólo los alarga. Si dejas de hacer tu rutina se añadirá, a las rumiaciones que ya tienes, el sentimiento de culpa por quedarte en la cama. La actividad es terapéutica. Adapta tu rutina a tu estado de ánimo: No es necesario, si así lo crees, que después de tu jornada sigas yendo al gimnasio, por ejemplo. Lo más importante de este punto de adaptar tu rutina es cambiar la mirada de las obligaciones: realiza tu rutina desde el “me irá bien… (salir a clase, salir a trabajar, ir a comprar…) porque… (me sentará bien salir, encontrarme con compañeros, cambiar de chip y centrarme en otra cosa…), en vez de “tengo que…”.
Ten detalles contigo: Sé agradecida contigo mismo, pero eres tú misma la que te sostiene. Siéntate cerca de una ventana soleada y deja que el sol te caliente, prepárate una infusión, date un baño relajante, practica respiraciones conscientes, queda con una persona amiga para hablar, o pasea por la naturaleza si tienes ocasión… Intenta que el detalle no sea comida, porque el hambre emocional no te va a hacer ningún favor.
Resignifica con arte: Es el vehículo más rápido para sanar. El arte sale al plano real desde el inconsciente. Escribe, pinta, canta… aunque no tengas ni idea de escritura, ni técnica pictórica ni de solfeo. No es un concurso, eres tú y tus emociones. Sácalo fuera.
Si, aun así, te cuesta sobrellevar épocas de negatividad de manera sanadora por ti sóla, te animo a que acudas a un profesional. Tenemos las herramientas necesarias para conocer tu caso y proponerte las claves para avanzar.
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